En el gran libro cerrado de la Naturaleza, he leído estas
palabras:
“En todas las cosas descansa una Presencia absoluta”; en otros
libros de los Iniciados, leemos ideas similares. En todas las cosas descansa la
presencia del Absoluto o, como Hermanos más desarrollados han escrito: “Si el
nombre de un cuerpo de materia se deletrea o se pronuncia correctamente, evocará
una respuesta; porque, en toda substancia, se encuentra una inteligencia que
responde a la nota de la palabra hablada. Esta inteligencia no es de la misma
naturaleza que su materia, sino de la naturaleza de las mentes objetivas que la
ligan a la Naturaleza”.
A medida que el estudiante avanza, se familiariza
con las inteligencias elementales de la Naturaleza, y es consciente de ellas.
Aprende que la Naturaleza está dividida en dos secciones; que el mundo es la
contraparte inferior de algo, que existe en la atmósfera más sutil de la
Naturaleza, y que tal mundo contiene mucha información para él. Como se lee en
los archivos de los Hermanos: “Y lo que otros no han observado, ellos lo toman y
lo hacen conocer a quienes les siguen”.
En estas atmósferas más sutiles,
el estudiante se pone en contacto con las mentalidades del fuego; del agua y de
la tierra; si es suficientemente puro, puede penetrar en los reinos y
principados de las mismas. Como sabemos, nuestros cuerpos están compuestos de
tales elementos.
Más pronto o más tarde, el hombre volverá a su medio
ambiente natural y recuperará la sabiduría, que había alcanzado antes de
sumergirse en la materia densa de este mundo.
Al ponerse en contacto con
estas grandes fuerzas elementales, el estudiante penetrará en una esfera de
sabiduría y de información mucho más amplia que la que poseemos y, si es capaz
de atraerse la confianza y el interés de estas fuerzas, su propia sensibilidad
será ampliada y activada.
En nosotros existe una envoltura atmosférica,
que es el archivo de nuestra conciencia racial; el centro de la misma está
situado en las rodillas y el hombre está sujeto a su conciencia racial más de lo
que se da cuenta. Esto explica por qué sus rodillas tiemblan, cuando algo pone
en peligro su cuerpo o el poder directriz de su raza.
Debiéramos recordar
que somos ofensivos para los seres puros, que moran en las alturas más elevadas
de la Naturaleza.
La mente ha de ser vigorosa y estar alerta, para que
pueda conseguir entrada a la contraparte más elevada de la Naturaleza. Por medio
de Yoga, es posible alcanzar tales regiones, si poseemos valor; pero sin
preparación, es dudoso que tengamos éxito. El método que nos pone en contacto
con nuestra naturaleza secundaria también nos pone en contacto con estas esferas
elementales.
Al encontrarnos en estas esferas más elevadas estamos por
encima de todas las cosas que perturban nuestras mentes, y no demandamos de la
Naturaleza nada que pueda retardar nuestro crecimiento interior.
En tales
regiones, analizamos las cosas desde un punto de vista diferente; es decir,
estudiamos las causas de las cosas, en vez de los efectos y el proceso de
levitación; éste es el poder de pasar del estado denso de la mente-materia a un
estado más sutil. En cierto libro (The White Brother), un estudiante (Michael
Juste) relata tales experiencias.
Aunque tales vibraciones están activas
interiormente, no se registran objetivamente.
Llega un tiempo en que, el
estudiante es sacado de su cuerpo, a plena conciencia, por su Instructor y
aprende a viajar a otras esferas. Esto es parte de su educación; cuando igual
que Pablo de Tarso dirá:
“He encontrado a un tal hombre; si en el cuerpo
o fuera del cuerpo, no lo puedo decir”.
Téngase presente que la
Naturaleza es nuestra gran madre; es ella la que nutre a sus hijos, cuando éstos
vuelven a ella; es muy austera, pero amorosa; su gozo es profundo, cuando se
alcanza su conciencia, porque ella desea que sus hijos recuperen la soberanía
perdida, puesto que el hombre nació para mandar a los elementales.
A
medida que pasamos por cada división de la Naturaleza, se nos enseñan las leyes
y costumbres de cada esfera. De estas, aprendemos lo que se conoce como magia de
la Naturaleza.
Los elementales, que trabajan con nosotros, pueden
manipular la substancia mental y producir ilusiones, que parecen milagros a
quienes lo observan. Estos auxiliares son nuestros súbditos y pueden
transmitirnos las fórmulas secretas de su magia. Deformar la visión es
una.
Sin embargo, aunque el estudiante puede ser instruído en tal
conocimiento, existe una ley, con respecto a la producción de tales fenómenos,
la cual se enseña únicamente al iniciado que no utiliza estos poderes
ilegítimamente. Se la considera como ciencia sagrada, impartida únicamente a
quienes poseen la inteligencia de la Naturaleza.
En la literatura
sagrada, se llama ángeles a estos seres elementales; ellos son importantes para
la futura evolución del hombre, como lo fueron, una vez, en su pasado. Hay
magnitud en su expresión y dan al hombre la sensación de majestad y de poder,
cuando éste se sumerge en la atmósfera de los mismos.
Ellos nos enseñan a
desarrollar nuestra mente, de manera que podamos magnificar una cosa hasta
abarcar el mundo entero. Esto significa que un simple versículo puede ser
ampliado y grabado en muchas mentes, gracias a su poder mágico de enfocarlo, de
manera que pueda ser repetido constantemente. Los grandes poetas, quienes han
sido elementales, han dado este poder a miles de poetas menores. Algo que está
cargado de belleza y es el precursor de un pensamiento virtuoso.
El gran
poeta es el dominador de la atmósfera del mundo, y esta regia substancia le ha
dado poder para abrir su propio portal elemental.
Aunque el estudiante
llegue a penetrar en los reinos de la naturaleza, ésta no siempre le descubrirá
su faz, después de consultar su pasado. No obstante, pecadores, lo mismo que
santos, han penetrado en tales reinos; el que alcancen o no a su Intimo, depende
del material de sus vestiduras; mientras que los más ignorantes buscarán a
tientas la instrucción de las esferas inferiores de la Naturaleza, en las que
puede obtener el conocimiento que les dé poder sobre las fuerzas elementales
inferiores.
Los antiguos profetas enseñaron todos a sus pupilos como ir a
la Naturaleza y aprender los sistemas de gobierno de la misma, para luego
transmitir tales leyes a la humanidad. Porque, si hemos de gobernar sabiamente,
hemos de dar la sabiduría que la Naturaleza tiene para nosotros.
Hemos de
ser impersonales; porque la personalidad no puede entrar en tales reinos. La
individualidad nada posee que esté fuera del dominio que, de derecho,
corresponde a cada uno; pero, si somos personales, la naturaleza rechaza
nuestras demandas, por cuanto tal cualidad es temida por sus súbditos. La
individualidad real es la luz de nuestra inteligencia, brillante a través de
nosotros.
Somos del linaje de la Naturaleza, si somos productores de
verdadera riqueza; pero tal riqueza no puede ser comprada en los mercados del
mundo; la riqueza más grande es la que se engendra en nosotros, al principio de
nuestra creación; es el gran centro en el que situamos nuestro entero ser;
nuestro asiento central del gobierno, que nos devolverá las posesiones que la
Naturaleza guarda.
Pocos estudiantes se dan cuenta de que, si desean
ponerse en contacto con sus propios sistemas de gobierno, necesitan aliarse con
la Naturaleza; si prefieren acumular, primero, una fortuna y tener éxito en los
negocios, para después estudiar los secretos de la Naturaleza, ello les
resultará mucho más difícil. Las posesiones más allá de la cantidad que nos
proporcione una vida limpia y sana, en un medio ambiente limpio, con frecuencia
acumulan pasiones y deseos que regirán al cerebro y nos harán perder nuestra
soberanía en la contra-parte más elevada de la Naturaleza.
Se necesita la
ley de Proserpina para que el hombre se familiarice, primero, con sus propias
posesiones internas, antes de penetrar en el mundo de Mammon.
La
naturaleza nos buscará, si abrimos el camino a su comprensión; pero, como el
hombre destruye la obra de la misma, ella deja de interesarse en él. La
destrucción de animales, no importa cuan adecuadamente los utilicemos, también
destruye nuestro acercamiento a estos elementales superiores. Las diferentes
propiedades de la materia bajo la juridicción de los mismos, se desarrollan y
evolucionan, a medida que nosotros evolucionamos.
Quienes son crueles con
los animales y los dominan se exponen, con frecuencia, a ataques concertados de
las esferas elementales superiores, y se descargan sobre ellos substancias que
entorpecen el funcionamiento normal de sus mentes.
Al amar a un animal
protegemos su inteligencia; pero si, después de haber conseguido su afecto somos
crueles con él, hemos de sufrir la penalidad, porque el animal cuenta con la
protección de un guardián similar al de su amo, y el mal que enviamos, nos es,
prontamente, devuelto.
Cuando se nos aparecen seres elementales, lo hacen
con vestiduras que representan el lugar y oposición que ocupan en su propia
esfera. Es imperativo, por tanto, que el estudiante sepa esto, porque los magos
negros de los planos elementales inferiores pueden aparecer ante él revestidos
como el sol; aunque si se los desafía debidamente, sus malignas características
son fácilmente desenmascaradas. Todas las cosas tienen su nota y color propios
y, al responder, no pueden ocultarlos. El hombre es conocido por su
luz.
En estas esferas superiores, los Seres no tienen en su atmósfera, la
tristeza ni las llamadas virtudes de este mundo. Pertenecen a una creación
aparte y nos miran como objetos de compasión. Cuando penetran en nuestro mundo,
es como si vinieran a estados en descomposición, cuyos olores les son
desagradables y la atmósfera repulsiva.
Muchos de los grandes
Instructores del mundo fueron patrocinados por los Señores de las esferas
elementales; tales fueron Apolonio de Tiana, Merlín y un reconocido cristiano,
nacido en el siglo v, y otros. Estos poseían cuerpos mezcla de naturaleza
elemental y humana; tales hombres eran magos naturales. Tenemos también magos de
naturaleza inferior, patrocinados por elementales malignos, que persiguen poder
personal y que evocan, en las mentes de los hombres, apetitos
anormales.
Hay también personas en quienes las fuerzas elementales
predominan, y las cuales son de naturaleza amoral. No debiéramos juzgar a esas
personas demasiado rígidamente, pues están dominadas por las condiciones
inferiores de dichas regiones. Pero los de tipo superior son los sensitivos de
la Naturaleza, y sus cuerpos se retraen al acercarse a una atmósfera
contaminada.
Esto lo podemos observar en los niños, antes de que la
sensibilidad de los mismos sea amortiguada por el medio ambiente. Por esta
razón, los maestros de la juventud debieran ser examinados, para comprobar la
pureza de su atmósfera mental y corporal; pues sólo éstos pueden conservar el
amor de sus pupilos durante toda la vida. Como es bien sabido, los primeros
siete años de la vida del niño determinan el porvenir y el carácter del
mismo.
Las razas reciben estímulo, en las artes y ciencias, de estos
mundos elementales. Una vez, en una conversación con un silfo, que me instruía
sobre el medio de alcanzar cierta clase de pureza, repentinamente se detuvo y
dijo: “¿ No te das cuenta de que la conciencia de Cristo actúa en nuestra
esfera, lo mismo que en la vuestra, y nos envía sus instrucciones a nosotros, lo
mismo que a vosotros ?” No obstante, este Ser, al que uno no iniciado tomaría
como representante ideal de Jesús, en una resplandeciente vestidura ambarina,
era sólo un silfo, al cual, de acuerdo con la historia eclesiástica, la había
sido negado el reino de Dios.
Estos seres elementales tienen gran
respeto para los que buscan penetrar en su mundo, y se expresan con entera
franqueza cuando somos aceptados. Pueden darnos información, que no pueden oir
los de las esferas inferiores, que tratan de escuchar, ni tampoco el mago del
Enemigo Secreto.
También nos dejan ver la operación de los órganos
internos del cuerpo físico, y nos muestran como funciona un cuerpo mental contra
los deseos de otro cuerpo mental. Pueden hacer que el mal que un hombre envía
retorne al mismo.
Las propiedades de la materia varían de acuerdo con el
cambio de las estaciones; lo mismo ocurre con las substancias que rodean a
nuestros cuerpos físicos. Este cambio de estación debiera advertirnos de que
nuestras vestiduras mentales sufrirán también otro cambio.
No nos damos
cuenta de lo que belleza y forma pueden llegar a ser, hasta que penetramos en
tales reinos; por cuanto los elementales pueden manipular la substancia mental,
hasta que su hermosura nos deje atónitos. Por ejemplo, un elemental-reina puede
revestirse de piedras preciosas, no sólo de gran belleza en diseño y
disposición, sino por la luminosidad oculta en las joyas.
Una vez
recibida la iluminación, con la cual el estudiante se pone en contacto con las
fuerzas superiores de la Naturaleza, es enviado a estudiar estos reinos,
empezando por el mineral.
Extracto de Dioses Atómicos - LA NATURALEZA
ELEMENTAL